¿Cómo hacer frente a un error? 

Cometer errores, por lo general, nos sumerge en una ola de emociones encontradas, resultado del bombardeo mental de pensamientos tipo: ¿cómo no me di cuenta antes?, ¿cómo me pudo pasar esto a mi? ¿a quién puedo culpar? ¿qué hago para enmendarlo? y un largo etcétera.

Suele ser tan amargo ese momento que el miedo de cometer errores se entiende más que justificado.

No obstante, existe una potente razón por la cual ese miedo no debería existir, ya que, tal como pasa con la muerte misma, cometer errores resulta ineludible. El hecho de que no nos guste lo que sentimos cuando nos equivocamos —o la incomodidad que nos genera la palabra muerte— no evitará que suceda. 

La razón no es otra que los errores —y su subyacente amargura— son los que nos ayudan a crecer y a convertirnos en las personas que deseamos ser. Si no nos doliera cometer errores, nunca aprenderíamos de ellos y viviríamos como en el Día de la Marmota en el que cada día, independientemente de lo que hagamos, obtendremos el mismo resultado: estancamiento… 

Debemos, por tanto, entender el error en su más pura esencia como un diamante en bruto imbuido de inmensas oportunidades, pues son estos los que nos ayudarán a ser más conscientes, a estar más presentes, a conocernos más, a crecer más, a mejorar. 

Ahora bien, ¿cómo podemos deshacernos de sus funestas consecuencias?. En el siguiente ejercicio estableceré unos pasos para utilizar el error como una herramienta de mejora en lugar de hundirnos en sus secuelas.

Paso 1. Recrea en tu mente el error cometido y siente las emociones negativas que este te produce. Transitar por las emociones en lugar de evitarlas o reprimirlas es clave para este proceso. Si quieres aprender a liberar las emociones sigue el siguiente link.

Paso 2. Asume la responsabilidad del error cometido. Por lo general, resulta tan amargo el momento que nuestro mecanismo de defensa nos lleva a justificarnos. Evitar esa justificación y hacernos totalmente responsables de dicho error, hará que logremos liberar la totalidad de las consecuencias negativas que este produce.

En esta toma de responsabilidad, debemos identificar cuál fue el aspecto interno que nos llevó a equivocarnos. Así, podría resultar que para ese momento estábamos siendo muy egoístas, o muy complacientes, o dominados por el miedo o las ansias, o simplemente íbamos en modo de piloto automático sin estar muy conscientes. Reconocer ese fallo puede resultar en una interesante invitación a cambiarlo; y en tal sentido, esforzarnos a ser menos egoístas, menos ausentes, menos complacientes, menos temerosos… Recuerda, todo error lleva intrínseco una oportunidad de crecimiento, e identificar nuestros aspectos negativos y transformarlos es el trampolín hacia ello. 

Es importante no confundir responsabilidad con culpa, ya que esta última no nos invita al cambio sino al hundimiento, mientras que la toma de responsabilidad nos despierta el deseo por mejorar y transformar. 

Paso 3. Comprométete a cambiar el aspecto identificado en el paso anterior. Ser parte activa de la vida, empujándonos a crecer y mejorar, hará que nuestros pensamientos pierdan el foco en las secuelas del error y se dirijan hacia el abanico de oportunidades que la vida, constantemente, nos presenta. 

Cada caída nos hace más fuertes y mientras más grande sea esta, mayor será nuestra evolución; siendo el error el regalo que la vida nos envía para ayudarnos a sacar nuestra mejor versión. 


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