Y la verdad, ¿quién la tiene?

¿Cuál es la verdad?, es una de las preguntas que ronda constantemente por la mente humana. Pareciera que, desde lo mundano a lo profundo, existe en nosotros una necesidad inexpugnable e intrínseca por saber si: ¿Me engaña o no me engaña?, ¿existe o no existe?, ¿es verdad o es mentira?

Lo irónico es que dedicamos la vida entera en buscar la verdad en pruebas o evidencias físicas que sean tangibles, en vez de buscarla en el único lugar donde, desde el inicio de los tiempos, siempre ha estado: nuestra consciencia…

Y es que la verdad es aquella que será verdad según se sienta. Es en el corazón —en lo más intrínseco del ser— y no en la mente, donde residirá lo que será verdadero para cada quien.

Así, de nada serviría a un cristiano, por citar un ejemplo, el hallazgo de pruebas que demostrasen que Cristo no existió, pues, para quien es verdaderamente cristiano, Cristo no está en su mente sino en su corazón; y esa siempre será su verdad.

Pero, si ante esos hallazgos, ese cristiano empezase a dudar, significaría que su creencia en Cristo no formaba parte de «su» verdad sino de la verdad de algún otro (u otros), y que el llamado hijo del creador estaba solo en su mente (sistema de creencias) y no en su corazón (!).

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