Pasos para tener una confrontación exitosa

Aprender a confrontar es una necesidad de trascendental importancia para cualquier individuo, pues esta no solo le permitirá adquirir una mayor fortaleza y seguridad en sí mismo, sino que le ayudará también a resolver los desafíos que la propia vida presenta, de una manera más rápida y certera.

De hecho, si hacemos una profunda reflexión, encontraremos que la mayoría de nuestros problemas -bien sea en lo personal, familiar, laboral- no son más que una invitación a confrontar proactivamente. El problema es que no siempre logramos identificarlo o carecemos de las herramientas para hacerlo correctamente. 

Lo anterior lo baso en experiencias coacheando a otros en las que hemos logrado identificar que la causa por la cual se han estancado ciertos procesos es por tener “asuntos pendientes” que no han querido/sabido confrontar efectivamente. 

A título de ejemplo traigo a colación el caso de Ana quien estaba presentando problemas con su socia. Luego de hacer la respectiva indagación, descubrimos que la causa de tal reto compartía una similitud con la situación actual que ella vivía con su padre, a quien no le hablaba desde hacía 5 años. Nos enfocamos en ese tema, y aplicando la técnica de la confrontación proactiva, ella pudo no solo resolver el asunto con el padre sino también, como por arte de magia, la situación con la socia mejoró drásticamente. 

Y es que debemos entender la confrontación como una oportunidad para crecer y alinearnos con nuestro ser, o también, como una herramienta para pasar a nuestro próximo nivel de crecimiento personal. Confrontar proactivamente nos ayudará superar patrones negativos y mejorar nuestras relaciones interpersonales. 

Los pasos que te quiero compartir, aplica para los distintos tipos de personalidades que existen en cuanto a confrontación se refiere, estos son: los agresivos (aquellos que confrontan sin dilación y con facilidad), los pasivos agresivos (aquellos que no confrontan pero hacen saber al otro su inconformidad), los activos (aquellos que a pesar de lo incómodo deciden confrontar), y los pasivos (aquellos que huyen a la confrontación). Con lo cual, independientemente de cual sea tu tendencia, esta guía te servirá. 

Paso 1: Libera las emociones negativas que dicha situación produce. La necesidad de confrontar se presenta porque hay una situación que nos despierta algún tipo de emoción negativa. Esto puede ser rabia, tristeza, miedo, lástima, ansiedad, culpa, etc. Es por ello que, antes de tomar cualquier acción, debemos identificar y sentir la emoción que esa situación nos despierta. La idea es poder ir libre de emocionalidad a la confrontación, pues de lo contrario serán las emociones las que hablen por nosotros y no a la inversa. Para aprender a liberar emociones sigue este  link

Paso 2: Asume la totalidad de la responsabilidad de la situación. Esto quiere decir que -en nuestra mente y corazón- nos haremos 100% responsables de la situación que amerita la confrontación, quitando cualquier cuota de responsabilidad al otro. De esta manera vamos a lograr salir de la posición dolorosa de víctima y ganar claridad sobre la situación y su mejor forma de abordarla. 

Un indicativo que nos permite saber si estamos cumpliendo este paso, es cuando se nos revela un nuevo conocimiento sobre nosotros mismos, tal como sería el descubrir algún aspecto/cualidad que nos falta o nos conviene mejorar. Ejemplo de ello sería: reconocer que tenemos que aprender a ser más tolerantes, menos críticos, más cuidadosos, menos egoístas, más amorosos o menos controladores, etc. 

Paso 3: Esfuérzate por conocer el origen o los antecedentes que llevaron al otro a su proceder. No se trata de justificar a la persona pero sí entender cuáles son sus carencias o heridas de las que proviene; ya que nadie hiere sin haber sido herido previamente. Cuando logramos empatizar y comprender al otro, ganamos claridad y una mejor perspectiva. 

Como ejercicio, intenta visualizar que todo el malestar o dolor que esta situación te causa, esa persona también la ha sentido y con mucha profundidad; busca sentir su dolor, su miedo, su angustia. Esto nos ayudará a crear empatía y bajar la tensión. 

Paso 4: Muy relacionado con el anterior, haz una pequeña meditación en la cual visualizas a la persona o la situación, y envías energía de amor y unión. Con este ejercicio estás garantizando que tu verdadera intención sea la de tener una confrontación proactiva, y no la de causar mayor malestar o conflicto. Si sientes que no puedes enviar esa energía, es porque aun te falta trabajar en los pasos anteriores. 

Paso 5: Elige el momento y lugar correcto. Si te sientes preparado para confrontar debido a que a) ya no estás controlado por tus emociones, b) descubriste lo que tú tienes que cambiar/mejorar, y c) estás realmente pensando en el otro y en una solución que beneficie a ambas partes, lo que sigue es cerciorarte que la persona esté abierta y dispuesta a escuchar, pues de no ser así, entonces la confrontación debe esperar. 

Tener sentido de la oportunidad es clave para conseguir el éxito en la confrontación. Recuerda que lo importante a la hora de confrontar no es expresar lo que sentimos y atenernos a las consecuencias, sino  encontrar un espacio en el cual crecemos individualmente y como equipo. Si bien no podemos controlar el resultado, si podemos controlar la intención con la que partimos y, si esta está enfocada en el otro, pensada desde el amor, involucrado el corazón y no la herida, entonces los resultados siempre serán positivos.  

¡Suerte!


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